Curanderos

“He curado a gente que ni yo mismo me lo explico” ¿Quién cree hoy en curanderos?

Recorremos diversas localidades donde muchos siguen confiando en el poder de sanadores. “Somos como una antena que vamos recogiendo cosas que la gente no comprende”, asegura entre espasmos uno de estos curanderos.

Raúl García en Espejo Público.

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“Yo creo en parte, pero no del todo”, dice un vecino. Lo explican como una tradición, algo que siempre existió en la zona. Y como en todos los “oficios tradicionales”, tampoco en este abunda el relevo generacional. Pero en pueblos como Villena aún sobrevive la cultura del curandero. Cualquier vecino va a saber dónde encontrar a uno de estos “sanadores” por “gracia divina”. Una imposición de manos puede “curar”, sostienen sanadores y creyentes, una depresión, lumbago, insomnio... o mal de ojo. “Cada persona se puede sanar por sí sola”, apunta una vecina que pasa junto a nosotros.

Riesgo potencial: “Perdí el riñón, pero el curandero hizo lo que pudo”

Llamamos a la puerta de Lola, una de las curanderas del pueblo. Se niega en redondo a contestar nuestras preguntas y nos cierra de inmediato la puerta. Una mujer sentada al sol con dos amigas nos confirma que su hermano también fue curandero: “era de los huesos. Te ponía las manos y ya está”. Otra mujer va más allá en su dolencia: “vino el curandero a casa a curarme el riñón. Lo perdí, pero esos dolores que tenía tan fuertes, me los quitó. Hizo lo que pudo”.

“Me quitó el mal de ojo”

Pilar, otra mujer que pasa por allí nos asegura que a ella una tal Carmen “me quitó el mal de ojo. Sentía mucho mareo, estaba como empachada y me lo quitó. Como te lo digo”. Pilar gesticula santiguándose, recordando los gestos de la curandera. ¿Y cuánto le costó? “La voluntad”, admite. Cuando llamamos a la puerta de la sanadora obtenemos la misma respuesta que con la primera: nos cierra la puerta negándolo todo.

“En Játiva se me llenaba la casa de gente que venía a curarse”

Llega a nuestras manos una cuartilla recortada a mano con los remedios de otro de estos sanadores. Está ubicado en la localidad valenciana de Mogente y las dolencias que trata son variopintas. Desde el cansancio a las migrañas. Cierra el texto un resumen imbatible: “toda clase de dolencias”. Dudamos que nos abra la puerta, pero Vicente finalmente accede a mostrarnos su técnica y su consulta: una habitación con una silla en el centro y rodeada de imágenes religiosas: “en Játiva se me llenaba la casa. Aquí atiendo un día a uno, otro día a otro…”.

También asegura curar a cambio de la voluntad. Asegura haber hecho cosas que ni él mismo puede entender: “Vino un hombre al que faltaban tres días para operarse de las rodillas y se fue de aquí con las muletas bajo el brazo”. Vicente se ofrece a tratar el insomnio del reportero: “Somos como una antena que vamos recogiendo cosas que la gente no comprende”. Sufre convulsiones mientras dice absorber el insomnio del paciente. Asegura incluso curar a distancia. Otra convulsión. Sugestión, cuestión de fe o superchería popular. Los curanderos siguen teniendo quien les consulte.

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