No saben lo que van a encontrar pero buscan respuestas. Pilar y Aquilino tuvieron una niña hace treinta años. Desde entonces sospechan que no murío en el hospital como les dijeron, no pudieron ver el cadáver y sólo tras mucha insitencia les permitieron enterrarlo.
Desde la clínica unos operarios trajeron hasta el Sacramental de San Lorenzo de Madrid la caja blanca donde reposaban los restos del bebé. Aquilino presenció la inhumación. Es la primera contradicción, en el parte de defunción consta que la niña fue enterrada en el cementario de Santa María. Aquilino no tiene dudas fue testigo de lo contrario pese a que en el registro del cementerio consta como enterrada en junio de 1980. Lo que sorprende es que nadie pagase el entierro ya que el Sacramental de San Lorenzo es un cementerio privado y sólo entierran gratis casos de beneficiencia.
Uno de los enterradores, el más veterano, se ocupó hace treinta años del entierro y se sorprende de la ubicación porque en ese lugar no se enterraban niños. Finalmente, tras mucho trabajo y excavar en tres lugares diferentes, aparecen los restos de la caja. Sin embargo, no hay nada más, ningún resto óseo, ningún hueso, nada de ropa, ni siquiera la pulsera del hospital: nada.