Refugiados ucranianos

Investigar bajo las bombas no es posible: el día a día de una doctora química ucraniana en un pueblo asturiano

Hasta 30 científicas ucranianas altamente especializadas trabajan para el CSIC. Han encontrado en nuestro país la oportunidad de seguir investigando gracias a este programa de colaboración.

El tren de las 9,15 llega con 5 minutos de retraso a la estación asturiana de El Entrego. Tetiana baja apresurada del convoy para incorporarse a su trabajo como científica altamente cualificada del CSIC. Escapó de la guerra y sólo lleva aquí desde septiembre, pero su condición de doctora en Química especializada en Nanotecnología se impone sobre las carencias con el idioma que va superando día tras día. Cada día el mismo recorrido: Oviedo – El Entrego. Sale de la estación y nos saluda con una sonrisa.

El Centro de Investigación en Nanomateriales y Nanotecnología del CSIC está en lo alto del pueblo. Sorprende encontrar una institución tan especializada lejos de núcleos como Oviedo, Gijón o Avilés. Tetiana está trabajando en un compuesto antibacteriano. Realizar esta labor bajo el impacto de los obuses y con constantes cortes eléctricos es complicado para una científica de élite. Estudió su doctorado en Oviedo dos años atrás así que no ha tenido demasiada dificultad para encontrar este trabajo. Como ella hay 30 investigadoras ucranianas trabajando para el CSIC en todo el país. Nos lo cuenta Adolfo Fernández, el director del Centro. Se trata de una convocatoria que se realizó para ayudar a estos científicos a seguir desarrollando su trabajo. Sólo son mujeres. Los científicos varones tienen una obligación militar en su país.

En España hay 30 investigadoras científicas ucranianas trabajando en Centros del CSIC

Tetiana tiene a su marido allí, en el frente. No puede comunicarse con él más que de semana en semana. Nunca sabe dónde se encuentra, y tampoco le pregunta. Entiende que es una cuestión de seguridad tanto para él como para sus compañeros. Sólo sabe que está luchando. “Eso sí, todos los días me manda un whatsapp diciendo que está bien. Nada más”.

Esta química de 29 años y reconoce que tiene suerte por poder desarrollar su labor en un país que ha paralizado toda su investigación científica a causa de la guerra. Volvió a Ucrania durante sus vacaciones de Navidad a su ciudad. Allí donde siempre hay que ir con linterna, con la vista puesta en los refugios, y donde únicamente pudo ver a su marido durante unas horas. De momento tiene trabajo en España. Por supuesto que quiere regresar a su país, pero prefiere no hacer planes a medio plazo. Lo que tiene claro es que no será este año.