Mercado inmobiliario
El nuevo filón inmobiliario: convertir locales comerciales en hoteles baratos
Estancias con diez literas y colchones hinchables por 15 euros la noche. Lo que parece una solución de turismo económico se ha convertido en la vivienda habitual de quien no puede permitirse alquilar una habitación
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Hasta hace unos pocos meses eran fruterías, agencias inmobiliarias, bancos… hoy esos locales comerciales se han reconvertido en hoteles baratos. ¿Y cómo un bajo puede albergar decenas de plazas hoteleras? La fórmula es sencilla: acumulando literas en pequeñas habitaciones con escasa ventilación y en ocasiones, con colchones hinchables. Es la nueva moda de aprovechamiento inmobiliario: crear hoteles baratos bajo el concepto “hostel”. Aquí lo que menos abunda son mochileros veinteañeros en busca de aventura: es habitual encontrar huéspedes que llevan mucho tiempo, a razón de 300 euros mensuales.
“Llevo aquí dos meses. Son camarotes de dos pisos con colchones inflables”
Ante el precio desorbitado de la vivienda en la capital, empezaron a proliferar las habitaciones como solución. Y ahora surgen las literas. Vemos a un huésped salir de uno de estos “hostels” cercano a la Plaza del Conde de Casal: “Llevo dos meses. Hay días que pago once, trece, quince...son camarotes de dos pisos. En una habitación puede haber quince. Los colchones son inflables, colchones de aire”. En el Ayuntamiento no dan información sobre si estos establecimientos cuentan con la pertinente licencia. En cualquier caso, llama la atención que pueda obtenerla un lugar con colchonetas de aire.
“Es acogedor vivir aquí”, dice un estudiante que comparte habitación con siete desconocidos
Entramos en la finca cuyo bajo, antiguas oficinas, ocupa ahora este “hostel”. No encontramos a ningún vecino favorable a la actividad: “como comprenderá, creo que a usted tampoco le gustaría tenerlo”. Se refieren al jaleo que se monta habitualmente en su portal, con un establecimiento con doscientas camas según una página de reservas. Un estrecho ventanal es toda la ventilación del complejo, aunque otro de los huéspedes (un estudiante) nos asegura que es acogedor vivir en una habitación junto a siete desconocidos.
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Trescientos euros al mes por un litera con derecho a ducha y microondas
Seguimos por una calle paralela y vemos otro de estos “hostels”, un poco más allá, un antiguo banco da lugar a otro hotel barato. Entra un huésped que asegura llevar ahí cinco meses. “Pago 300 al mes. Mi pensión es de 520”. Unas jóvenes argentinas salen de otro de estos locales que hasta hace unos meses era una agencia inmobiliaria: “no es lo más cómodo, pero nos quedaremos aquí dos días porque ya lo tenemos pagado”. Estas turistas son las únicas que se ciñen al perfil tradicional de usuario de “hostel”: viajeros jóvenes con poco dinero y ganas de conocer mundo. El resto de los protagonistas de este reportaje son personas que no pueden permitirse alquilar una habitación donde vivir.
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