prostitución masculina

Palabra de gigoló: "El 70% de mis clientes son parejas heterosexuales en las que el hombre quiere ver como me acuesto con su mujer"

'Juan Lucho' tiene 35 años y es escort desde los 23. Prostituto de lujo. Antes, fue adicto a las drogas y tuvo que pasar por prisión. De la privación de su libertad a la libertad sexual más absoluta. Cobra 4.000 euros por un fin de semana de servicios heterosexuales y asegura cumplir las fantasías de clientes de alto standing.

Juan , escort

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Las escrituras cuentan que María Magdalena, la primera persona que vio a Jesús resucitado, fue prostituta. La Biblia no lo menciona como tal. Solo que nació en Magdala, ciudad portuaria repleta de burdeles. De aquellos vientos a nuestros días, una de las profesiones más antiguas de la historia no ha transmutado en demasía. Los neones verdes, rosas y rojos siguen palpitando en la noche anunciando el pecado de la carretera. No han desaparecido las minifaldas mini-cortas de cuero en algunas esquinas de calles de ciudades capitalinas y siguen existiendo polígonos que abandonan la actividad industrial diurna para convertirse en el foco de la trata de mujeres cuando la luna asoma. Pero hay un término que no conocían los apóstoles y que prolifera en los ambientes lujosos insaciables en sus anhelos sexuales, el escort. "Algunos se quedan mirando y se masturban mientras sus mujeres les dicen: "Mira lo que me va a hacer, tú no me lo sabes hacer". 'Juan Lucho' asegura ser uno de los más demandados en España. La mayor parte de las personas que contratan sus servicios lo hacen en pareja. Quieren tener una experiencia a tres. "He detectado que la mayoría de hombres que buscan esto tienen mucho peso en su trabajo. empresarios con muchos trabajadores a su cargo que, de alguna manera, quieren sentirse ninguneados o humillados por su mujer y por ti". Juan se coloca el pelo y el cuello de la camisa. Seduce con la mirada a mi compañera Andrea, que graba con su cámara. "Avísame si se me arruga la camisa o se me descoloca el pelo".

Tarifas: 400€ la hora

La pantalla del móvil de nuestro gigoló no deja de iluminarse. Paramos la entrevista. Juan atiende una llamada. Habla en inglés. "Disculpad, me ha salido un servicio para mañana. Un poco raro, es un chico que ya contrató mis servicios con una mujer. Esta vez será con otra diferente. Ha cogido una habitación en un lujoso hotel". Neceser Louis Vuitton, gafas de sol Dolce & Gabanna y Range Rover negro y cuero impoluto. Todo en la vida de Lucho es ostentación. Opulencia y apariencia. Lujo como forma de vida. "Mis clientas suelen ser mujeres de poder adquisitivo alto. De mucha ocupación, que no tienen tiempo para ligar y van buscando un servicio profesional que las satisfaga, de calidad". No habíamos avanzado demasiado en la entrevista pero no pude aguantarme mucho más. La pregunta del dinero. "Las tarifas son innegociables. 400 euros una hora. Dos horas 700. La noche entera son dos mil euros, el día son tres mil. Un fin de semana completo, 4.000 euros". No es la única fuente de ingresos de este prostituto. Una cosa lleva a la otra. "Ahora también tengo onlyfans y hago cine para adultos". "Alguna clienta me ha llegado a ofrecer un sueldo fijo de treinta o cuarenta mil euros por irme a vivir con ellas, pero yo vendo mi cuerpo pero no mi alma".

Relaciones ficticias

Lo cierto es que todo va mucho más allá del sexo en la vida de un gigoló. Lucho también es un camaleón. Actor a tiempo parcial. Lo que dure el evento de la acompañante que saca el talonario. "Tengo clientas que quieren que les acompañe en su vida social, eventos de negocios o a una boda. Ahí te haces pasar por su pareja, haces de imagen. Preparas un personaje, una trama y te la aprendes". Generalmente, con todas acaba teniendo sexo. Juan repite que su servicio es de calidad. Con algunas clientas llega a generar vínculos de amistad. Muchas llevan ocho o diez años contratando su cuerpo. "Vienen buscando una buena experiencia en la cama. También que las trates bien, con cariño. Muchas no están satisfechas con sus parejas". Me reconoce este escort que después del sexo, en alguna ocasión, ha habido lágrimas de alguna mujer arrepentida. "Supongo que la infidelidad pesa", dice sin inmutarse demasiado.

Joaquín Sabina ensalzó la figura de una prostituta que llevaba el mismo nombre con el que hemos empezado a escribir esta historia. Magdalena. 'La novia de la flor de la saliva. El sexo con amor de los casados'. Rezaba aquella preciosa letra mitad vicio, mitad ternura. Amor y sexo. Sexo y amor. Líneas que se cruzan y mezclan, lejos de separarse. A nuestro invitado le incomoda hablar de sus circunstancias sentimentales, pero tiene claro que puede atender a ambas. Nos asegura también que nos sorprenderíamos al conocer muchas de las historias de parejas que terminan en un mensaje en su teléfono móvil. "Hay mucho tabú, pero a la gente le gusta experimentar. Mis clientes son personas muy normales". Si hay una cuestión inviolable en este lío de sábanas es la discreción. Una especia de contrato no escrito que ampara su profesionalidad. "Somos siete u ocho escorts de lujo en Barcelona y una cifra parecida en Madrid. A mis clientes les debo mi silencio". El móvil de Juan vuelve a iluminarse, amplía la foto de perfil y no contesta. ¿Puede ser selectiva la prostitución de lujo? Seduce, sonríe y seduce. No contesta...

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