Cocina fantasma

Sesenta motos a la puerta de mi casa: Así se vive junto a las 'dark kitchen'

Vecinos desesperados viven todos los días del año la actividad incesante de 38 cocinas fantasma. El tráfico de motos se alarga hasta la madrugada.

Hartos de las cocinas fantasmas.

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Son las 10 de la noche. La madrileña calle de Zabaleta está dentro del cinturón de la M30, por lo que podemos considerarla “céntrica”. Siete metros de ancho y viviendas a ambos lados -cada una con su salón, sus dormitorios, su cocina-… y otras 38 cocinas sin vivienda. Porque en esta pequeña calle está el conjunto más numeroso de “cocinas fantasma” de toda la ciudad. Hasta las 2 de la mañana durante los 365 días del año, una actividad incesante de motos, bicicletas y patinetes yendo, viniendo y aparcando mantiene en vilo a los vecinos. Imagine el motor de una moto tras otra, sin descanso, a la puerta de su casa. Porque estas cocinas no admiten clientes, sólo se dedican al reparto a domicilio.

“Hemos llegado a contar hasta sesenta motos”

Alfonso vive en un bajo, y si mira por la ventana de su salón la imagen es siempre la misma: decenas de jóvenes con casco y mochila gigante a la espalda esperando a recoger el pedido. Charlando, en ocasiones gritando, otras veces jugando a las cartas, o sentados en la entrada de su portal. “Hemos llegado a contar sesenta motos. Desde las 11 de la mañana hasta las 2 de la madrugada. Son 38 cocinas. Imagina los pedidos que pueden sacar cada hora. Tuve que cambiar las ventanas y poner cuatro cristales. Es como tenerlos metidos en casa”. Salimos a la calle y otra joven nos dice que ha dejado de teletrabajar en casa pues el ruido es incesante. Elena va más allá: “esto son unas juergas que no os podéis imaginar. Gritos, peleas entre ellos… y abren todos los días del año”.

Santiago, uno de los representantes vecinales contra estas industrias lamenta que cocinas como ésta hayan quedado al margen de la normativa que se aprobó en el último PGOU. En éste se contempla que las de nueva creación no pueden superar los 350 metros cuadrados con un máximo de ocho cocinas, pero “estas que son más grandes están exentas, porque se abrieron antes de la entrada de la ordenanza”. Por eso piden retroactividad en la norma.

“La culpa no es nuestra. Nosotros somos sólo repartidores”

Nos desplazamos a otra calle también residencial, cercana a la Plaza de Castilla. Aquí hay unas 20 cocinas, pero la actividad es más intensa aún. Las plazas de aparcamiento destinadas a personas con discapacidad están copadas por decenas de motos y bicis. Las que no caben en las plazas de aparcamiento invaden las aceras y los “riders” se sientan en cualquier escalón de la calle. Uno de ellos admite con lógica que “esto no es culpa nuestra. Es el Ayuntamiento el que ha permitido estas cocinas aquí. Nosotros somos repartidores. Cogemos la comida y la llevamos”. Claro que en muchas ocasiones permanecen hasta 45 minutos a la espera de sus pedidos, sin un lugar donde descansar ni aparcar, en la calle… para desesperación de los vecinos.

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