El tiempo
Roberto Brasero y el recuerdo de una calima histórica: se cumple un año de la 'Filomena de arena'
Tal día como hoy de hace justo un año, España amaneció en Marte. La calima que invadió gran parte de la península aquel 14 de marzo fue excepcional y dejó "los cielos naranjas, las terrazas y calles llenas de polvo… y una lluvia de barro que lo embadurnó todo".
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Tal día como hoy de hace justo un año, España amaneció en Marte. No suele ocurrir todos los días y, de hecho, desde entonces no se ha vuelto a repetir. La calima que invadió gran parte de la península aquel 14 de marzo fue excepcional y para episodios así se emplea el calificativo de histórico. Y es que, desde luego, aquel lo fue.
La tormenta perfecta
Aquellos días estábamos pendientes de la borrasca Celia, una de esas borrascas potentes que merecen nombre propio y que suelen dejar fuertes rachas de viento y oleaje en las costas, así como algunas precipitaciones intensas.
La ubicación de la borrasca, su amplio radio de acción y la intensidad de sus vientos asociados formaron el cóctel perfecto: como si fueran las aspas de un molino gigantesco, los vientos de Celia pasaron por el norte de África, recogieron allí el polvo del desierto del Sahara y lo condujeron hasta nuestra península en unas concentraciones que hasta ahora no se habían visto por aquí, de hasta 1000 microgramos por metro cúbico de aire de las partículas más gruesas (PM10). Para hacernos una idea, a partir de 250 microgramos por metro cúbico ya se consideran dañinas para la salud.
Cielos naranjas y aceras marrones
La Región de Murcia, Albacete, Alicante y amplias zonas de Andalucía fueron las primeras afectadas con un color anaranjado del cielo y una baja visibilidad que hasta entonces solo habíamos visto en las islas Canarias, como ocurrió en los carnavales de hace tres años. Porque, aunque sean más frecuentes, no todos los episodios de calima tienen la misma intensidad en el archipiélago.
"Los cielos naranjas como lo de Marte, las terrazas y calles llenas de polvo… y una lluvia de barro que lo embadurnó todo"
El polvo en suspensión llegó también hasta la zona centro, Toledo, Segovia, Madrid… En la capital de España se llegó a hablar de la 'Filomena de arena', ya que la segunda consecuencia más llamativa de aquellos días fue lo que se llama la 'deposición seca': cuando ese polvo no se limita a quedarse en las nubes, enturbiando el cielo, sino que además cae, como arena del desierto que es, sobre edificios, carreteras, aceras, árboles y o vehículos aparcados (que parecían llegar de una etapa del rally Paris-Dakar).
El polvo en suspensión siguió avanzando hacia el norte y se depositó también sobre las cumbres nevadas de la Cordillera Cantábrica y Pirineos, donde la capa superior de la nieve no era blanca, sino naranja o marrón, 'Nieve rosa' llegamos a titular alguna de las imágenes que nos llegaron desde allí. Y más allá continúo la calima, hasta cruzar incluso el Canal de la Mancha, aunque ya en unas concentraciones mucho menores. Pero también llegó el polvo en suspensión hasta Francia y las Islas Británicas aquellos días.
Lluvias de barro
Deposición húmeda se llama técnicamente al fenómeno que vino después y que quienes lo sufrieron no quisieran ver ni en pintura: la lluvia de barro. Y nunca mejor dicho lo de la pintura, porque muchas fachadas de edificios públicos o privados, que hasta el 13 de marzo del año pasado eran de color blanco, pasaron a ser marrones a partir del día siguiente. Algunas incluso siguen así a día de hoy. La mayoría se limpió, con resignación y esfuerzo.
En Málaga, curiosamente, las precipitaciones de las que se hablaba aquel 14 de marzo del año pasado eran las nevadas que habían vuelto a caer, debido también a la borrasca Celia, en la Serranía de Ronda y otros puntos de la capital. Todavía no había llegado el barro, pero cuando llegó, poco después, lo hizo en ración doble.
En Málaga se repitió 10 días después
“Fue impresionante. Me pasé una semana quitando tierra de la terraza”
De la nieve se pasó al barro en aquella semana y el 24 de marzo volvió a repetirse una invasión de polvo que no fue tan extensa geográficamente, pero que en el caso de Málaga fue incluso más intensa que la anterior. Los cielos naranjas como lo de Marte, las terrazas y calles llenas de polvo… y una lluvia de barro que lo embadurnó todo como bien recordarán los malagueños que gastaron bien de sudor en limpiar sus casas.
Muchos meses después, uno de ellos, el ilustre Antonio Banderas, lo comentaba en una de esas oportunidades que esta profesión te da de conocer a gente interesante. Vino en Navidad a Espejo Público a presentar su musical y cuando acabó la entrevista con Susana Griso me acerqué a saludarle y a hacerme un foto con él. No solo accedió muy amablemente a retratarnos juntos sino que estuvimos charlando un buen rato. ¿Sobre qué? Efectivamente, sobre aquellos días de la calima. “Fue impresionante. Me pasé una semana quitando tierra de la terraza”. Escuchado con la voz de Banderas sonaba hasta bien. Un trastorno formidable. Una calima histórica.
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