En la segunda parte de Hoy quiero confesar, la protagonista compagina su carrera musical con la de empresaria y abre distintos negocios de hostelería, como un restaurante y una discoteca, en la Costa del Sol. Son años duros para la cantante, que debe hacer frente a los gastos que le supone su nueva faceta como empresaria con más horas sobre el escenario, una carga de trabajo que le supondrá su ingreso en el hospital. Ha sufrido un agotamiento físico tan brutal que, de no haber sido atendida a tiempo, podría haberle supuesto la muerte.
La cantante se recupera, pero es consciente de las dificultades que tiene para cuidar a su familia. Mientras su anterior pareja se va retirando, poco a poco, sabiendo que la historia no tiene más recorrido, ella recobra la ilusión con el alcalde en funciones de Marbella, un político, hasta ese momento, poco conocido que además está casado.
Una vez más, la artista ve colmada toda su ambición. Son años de poder, de contactos, de excesos. Después, se desencadenan las acusaciones de corrupción contra su nueva pareja.
Pero eso a ellos no les frena. Juntos habitan una casa impresionante y, por si fuera poco, pasean su amor y su relación en público o en privado. En sus caras se ve el amor más adolescente, más pasional, menos reposado.
Sin embargo, el tren de vida que ambos toman es difícil de mantener. Aún más cuando él es víctima de una moción de censura que lo deja fuera del ayuntamiento que regía. Ella, enamorada, no se achantará. Volverá a los escenarios con la misma fuerza… pero con un pasado del que no le será fácil alejarse.