La inefable vecina cotilla recibe con los brazos y sus curiosos oidos abiertos a Mario, a Jimena y su extraña prole. Dispuesta a ayudar incluso cuando no se la requiere, es un incómodo testigo y un peligro constante para el objetivo principal que guía a Mario y a Jimena: pasar desapercibidos.
Los hijos de Rosa, Claudia, 16 años, y Borja, 8, son los primeros amigos que los niños de la nueva familia encuentran en la zona residencial donde han ido a parar; y el padre de estos y marido de Rosa, Antonio, policía de 40 y tantos años, no parece en el fondo mal tipo.
Rosa se pasa todo el día entrando en casa de Mario y Jimena cuando menos se la espera y ha llegado incluso a estar a punto de descubrir los poderes de los niños en algunos momentos.